domingo, 9 de abril de 2017

Cuento pĂ­caro.

Castigo de viaje


   Estaba muy urgido, ya que habĂ­a quedado totalmente solo y varado en un pequeño pueblo gracias a mi antiguo amo, que me habĂ­a mandado hasta aquĂ­ sin mi consentimiento porque yo habĂ­a hecho muchas maldades. Bueno, el caso es que a mis quince años estaba sĂłlo en este pueblo, llevaba ropa rasgada y sucia de mal parecer, el pueblo tenĂ­a caminos de tierra, casas generalmente pequeñas y una pequeña plaza en el medio, tenĂ­a pocos habitantes, pero se veĂ­an amigables, asĂ­ que creĂ­ que podrĂ­a sobrevivir un tiempo hasta encontrar un amo.

   Se hizo tarde, asĂ­ que me instalĂ© en un rincĂłn para pasar la noche. Sorprendentemente, nadie dormĂ­a en la calle como yo. Ya no habĂ­a nadie en el pueblo, salvo unas personas en un callejĂłn lejano, pero no me preocupe y me puse a dormir.

   Al dĂ­a siguiente todo se veĂ­a normal, la gente compraba en el mercado y paseaba por las calles. Tuve que hurtar comida para poder sobrevivir, era experto en eso y tenĂ­a mucha experiencia.

   AsĂ­ lo hice por varios dĂ­as, descubrĂ­ lo fácil que era sobrevivir en este pueblo a base de hurtos, sin embargo, en una tarde de sábado, un señor, creo que se era don Armando, porque ya me estaba aprendiendo los nombres, me habĂ­a sorprendido robando a doña MarĂ­a, como ellos dos eran tan amigos, creĂ­ que don Armando me iba a golpear o algo asĂ­, pero no, yo no lo podĂ­a creer, me habĂ­a ofrecido trabajo, yo sin pensarlo dos veces aceptĂ© y estaba feliz, al menos eso creĂ­a.

   El primer dĂ­a de trabajo fuĂ© normal, fuĂ­ a hacer las compras, lavĂ© la ropa y otras cosas cotidianas. No obstante, al dĂ­a siguiente, el comportamiento de mi amo era completamente distinto, en consecuencia, las cosas que me pidiĂł hacer. Me pidiĂł ir a robar todo lo que podĂ­a de comida y dinero al pueblo, y si no traĂ­a lo suficiente me golpeaba. Y asĂ­ con varios dĂ­as hasta que un dĂ­a me fui de su casa sin avisarle, porque ya no me daba casi nada y me golpeaba a pesar que le trajera lo que le pedĂ­a.

   BusquĂ© otro amo, está vez don Pedro me habĂ­a ofrecido trabajo. don Pedro, el carnicero del pueblo, era la persona más amigable del pueblo a mi parecer. me enseñó a cortar y seleccionar la carne y todo bien, hasta que un dĂ­a me dijo: "lo has hecho muy bien hasta ahora Daniel, pero si quieres seguir trabajando conmigo tendrás que hacer esta tarea: tendrás que ir a la parcela de don CristĂłbal y traerme dos vacas sin que se dĂ© cuenta"
 "Per..."
"No preguntes, sólo vé y has lo que te pido"
"Sí señor", le dije.

    Como la parcela de don CristĂłbal quedaba lejos, me puse a pensar en el camino y a sacar conclusiones. Me habĂ­a dado cuenta que las personas de ese pueblo se veĂ­an buenas y simpáticas por fuera, pero por dentro eran otra cosa. Si pasabas tiempo con ellos se volvĂ­an personas malvadas y desquiciadas. Quizás causaban buenas impresiones sĂłlo para despuĂ©s aprovecharse y abusar de las personas.

    Entonces corrĂ­, corrì lejos de ese pueblo denigrante, vĂ­ a una persona a lo lejos, cada vez lo tenĂ­a más cerca, hasta que lleguĂ© donde Ă©l. Y no podĂ­a creer, ¡era mi antiguo amo, don Reinaldo! Que lo querĂ­a como un padre hasta que me mandĂł a ese pueblo. Cuando me mirĂł me dijo :"sabĂ­a que vendrĂ­as, hijo. Tuve que mandarte a ese pueblo por tu bien, para que te dieras cuenta que no hay que confiar en cualquier persona y que tampoco es bueno robar a la gente." EntendĂ­ su castigo, me di cuenta que me sirviĂł mucho, lo abracĂ© y nos devolvimos a su casa, a nuestra casa.